Sé que soy demasiado sentimental, o tal vez
excesivamente empática, (aunque en realidad detesto ese adjetivo), pero ¿será
normal ponerse triste por cosas que pasaron hace tanto tiempo o que no se
relacionan directamente conmigo?
Lo primero que recuerdo al respecto es cuando
tenía unos ocho años y veía en las noticias a los familiares de los detenidos
desaparecidos. Nunca me cuestioné si era normal o no, a esa edad, tener un nudo
en la garganta cada vez que veía a esas personas hablar de sus familiares muertos.
Y esa misma sensación de tristeza o emoción se repetía cada vez que veía una
catástrofe natural, un accidente, un incendio o alguna situación que implicara gente
muerta o sufriendo, y se incluían también las imágenes de gente demasiado
feliz, reencuentros familiares, milagros, demostraciones de amor, etc. Y claro,
esto sigue hasta hoy. Recuerdo otro episodio que me marcó profundamente. Creo
que fue el año pasado. Como siempre, era tarde y yo seguía viendo tele, obvio,
era noche de “Fruto Prohibido”, y no recuerdo el por qué pero estaban
entrevistando a un hombre cuyo hijo le había confesado que era gay. El chico ya
era adulto, director de cine, creo, y su familia lo apoyaba completamente,
incluso aceptaban y adoraban a su pareja. Lo que más me impresionó en ese
momento, y sé que si volviera a ver la historia, lloraría nuevamente, fue que mientras
el padre hablaba, el amor y el orgullo se
veían a través de sus ojos. No estoy segura de poder describir esa mirada, pero
no era sólo amor sino que era un amor incondicional, de esos que sabes la
persona daría la vida por la otra. Supongo que es la mirada de un padre a un
hijo. Pero es que en la vida real esa sería más la mirada de una madre a su
hijo y me mató verla en un padre. Recuerdo la parte en que, cuando yo casi no
lograba contener las lágrimas, él dijo: “Y es que no somos una familia con un
hijo homosexual. Somos una familia gay”. Y ya no pude más. Y ahora, en un día
normal, documentándome para la prueba del martes, leía sobre la bomba de
Hiroshima. La guerra, el monumento de la Paz, Sadako Sasaki. Y nuevamente tengo
ese nudo en la garganta. Es altamente probable que sea la impotencia frente a
las atrocidades del mundo, de los gobiernos, de la sociedad, de la vida. Como
hago siempre, primero lloro y después busco una solución, una salida, una
reflexión, algo. Y sigo preguntándome si es normal emocionarse tanto por estas
cosas…
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