Una notoria luz de contradicción apareció tras la objetividad de la desilusión:
Las batallas no sólo se combaten con retórica. Se libran con luchas reales, con armas y bajas tangibles.
Un buen discurso puede dar un buen golpe pero en ningún caso destruirá al enemigos ni salvará a los aliados.
Claro, la revolución tiene algo de romántico, no lo niego. Pero hasta la más pequeña batalla debe lucharse en el campo correspondiente. Si no, ¿cómo hemos de triunfar?
Las batallas no sólo se combaten con retórica. Se libran con luchas reales, con armas y bajas tangibles.
Un buen discurso puede dar un buen golpe pero en ningún caso destruirá al enemigos ni salvará a los aliados.
Claro, la revolución tiene algo de romántico, no lo niego. Pero hasta la más pequeña batalla debe lucharse en el campo correspondiente. Si no, ¿cómo hemos de triunfar?